Testimonios de Marlon y Alberto para Infancia Misionera

"Yo soy uno de ellos porque he crecido gracias a la ayuda de muchas personas generosas", ha afirmado Marlon González en la presentación nacional en Madrid de la Jornada de Infancia Misionera que ha tenido lugar en la mañana del miércoles, 14 de enero. Este joven de 23 años, tras fallecer su madre y quedarse sin casa, fue acogido siendo un niño en la Casa-Hogar Nuestros Pequeños Hermanos de Nicaragua. Allí encontró a "su familia" y un futuro: le acogieron a él y a sus tres hermanos, y les ofrecieron un hogar y una formación.

Nuestros Pequeños Hermanos, fundada por el Padre Wasson en 1954, ha acogido desde entonces a más de 17.000 niños en las nueve casas que tienen en Caribe y Centroamérica. "Desde que llegué, mi vida cambió", ha afirmado el joven. "En estos años me he preparado para la vida. Soy fruto del trabajo de los misioneros". Marlon ha explicado cómo en la actualidad estudia ingeniería informática y, movido por el agradecimiento, dedica gran parte de su tiempo a ayudar en la Casa. "A mí me han ayudado, así que yo siento la necesidad de ayudar también".

En esta Casa trabaja -o como él dice, "sirve"- Alberto Cisneros Izquierdo, misionero en Nicaragua. Desde que descubrió la fe y su vocación sacerdotal en una experiencia de #VeranoMision con los combonianos, siempre sintió el deseo de partir a la misión. Después de varios años de espera, el Obispo de Osma-Soria, Mons. Gerardo Melgar Viciosa, le permitió empezar esta nueva etapa como responsable de pastoral de la Casa-Hogar Nuestros Pequeños Hermanos. "Yo soy célibe pero me convierto en padre de 300 niños", ha explicado el misionero. Según ha explicado, se encarga de acercar a los niños al amor de Dios pero siempre se le puede ver en la cocina o trabajando en el campo pues "un padre de familia tiene que hacer de todo". El presbítero oxomense-soriano ha contado cómo acogen a niños que han sufrido el abandono, el acoso, incluso la explotación y les ofrecen una casa donde sentirse miembros de una sola familia. Esta iniciativa, que sobrevive exclusivamente de la Providencia, tiene cuatro pilares: estudio, trabajo, respeto y amor a Dios: "cuando me acuesto doy gracias a Dios por poder ayudar a estos niños, que han sufrido tanto".