Queridos
diocesanos:
Con
el lema “Gracias” celebramos este
domingo 24 de enero la Jornada de la Infancia Misionera. Dice el refrán
castellano que “es de bien nacidos ser
agradecidos”; y es cierto: tenemos que ser agradecidos y sencillos porque todo
lo que somos y mucho de lo que tenemos lo hemos recibido, primero, de manos de
Dios y, en segundo término, de nuestros padres y de otras personas. Dice San
Pablo a los fieles de Corinto: “¿qué
tienes que no lo hayas recibido? Y si lo has recibido ¿para qué gloriarte como
si no lo hubieras recibido?” (1 Co 4, 7)
Hay
muchas cosas en nuestra vida a las que nos hemos acostumbrado, que hemos tenido
siempre, pero no nos damos cuenta de que somos unos auténticos privilegiados. Por
eso es bueno mirar a nuestro alrededor (y también lejos de nosotros) para
darnos cuenta que hay tantos que no tienen lo que nosotros nos hemos
acostumbrado a tener y que no valoramos. Nos hemos acostumbrado a la fe, que a
veces descuidamos y no valoramos; a tener una familia que nos quiere; a una
educación o unos medios para vivir holgadamente; a hacer tres o más comidas al
día; a tener unos padres que velan por nosotros o unos hijos que nos dan su
amor y nos llenan de satisfacciones; a tener una casa confortable en la que
vivir e, incluso, unos lujos que no son necesarios; a disfrutar de una paz; a tener
unos derechos que nos defienden de quien nos pueda hacer algún tipo de mal; a
tener salud y todos los medios que nos permiten llevar una vida digna, etc.
Para
valorar todo esto que forma parte de nuestra vida ordinaria y a lo que estamos
acostumbrados, tenemos que mirar otras realidades: personas que no tienen una
familia o cuya familia está rota; que no tienen unos padres porque la guerra ha
acabado con ellos; que no gozan de libertad ni tienen una casa porque su estado
de pobreza no se lo permite o porque la guerra les ha hecho huir de ella; que
no tienen ni siquiera para comer lo suficiente para sobrevivir.
¡El
día de la Infancia Misionera nos hace caer en la cuenta de que tenemos tantas
cosas y tantas razones por las que estar agradecidos! ¡Tantos dones de Dios que
hemos recibido y gozamos de ellos! Tenemos
que darle gracias en primer lugar a Dios que nos ha llamado a la vida, nos ha
dado la fe y nos ha hecho sus hijos; que nos quiere a pesar de nuestra poca o
nula respuesta; que se compadece de nosotros cada vez que le ofendemos o nos
olvidamos de Él; que está pendiente de nosotros aunque nosotros seamos
indiferentes a Él; que nos lo ha proporcionado todo a través de unas
mediaciones determinadas. Tenemos más que motivos para dirigirnos a Dios y
decirle: ¡Gracias, Señor, por todo lo que somos y por todo lo que tenemos
porque te lo debemos a ti! Además, tenemos que ser agradecidos también con los
demás, con tantas personas que diariamente nos demuestran que nos quieren, nos
ayudan y se entregan a nuestro servicio desinteresadamente para que seamos
felices.
Esta
actitud de gratitud respecto a Dios y respecto a los demás hemos de vivirla los
mayores, que somos conscientes de la generosidad de Dios y de los demás, pero
hemos de enseñársela y acostumbrar a los pequeños a vivir la vida siendo
agradecidos a Dios que ha hecho posible que, por medio de otras personas, sean
lo que son y tengan lo que tienen. Hemos de acostumbrarnos, como dice el lema
de esta Jornada, a decir muchas veces “gracias”:
gracias a Dios y gracias a los demás, de manera especial a los más cercanos. La Infancia Misionera nos hace esta
llamada a ser agradecidos de lo que somos y tenemos mirando a tantos hogares, a
tantos niños y mayores a los que les falta todo eso a lo que nosotros nos hemos
acostumbrado. Digamos hoy muchas veces a Dios “gracias” y hagámoslo también con todos los que nos quieren, nos
cuidan y nos hacen la vida un poco más fácil y feliz.